La sociedad en la que vivimos tiene un importante eslabón en el que todos nos apoyamos en mayor o menor medida: la familia.

La familia siempre se ha considerado como el lugar de cobijo, de entendimiento y apoyo, el equipo que cada uno tenemos para apoyarnos y enfrentarnos mejor a las dificultades que ofrece la vida.

Pero a veces ese núcleo de apoyo se convierte en motivo de discusiones y enfrentamientos.

Puede ocurrir que haya miembros de esa familia que sean considerados favoritos, otros odiados, están los héroes, los ignorados… E incluso el influjo de parientes que ya no están o guiones sobre lo que tiene que ser la familia.

Y esas visiones no siempre son compartidas por todos los miembros o puede que algunos decidan no cumplir con ese mandato.

Y ahí aparecen los conflictos.

Mi trabajo consiste en poder mirar a cada uno de sus miembros y poder conseguir un reequilibrio para que todos puedan entenderse de otra manera más funcional y que el diálogo sano pueda ser la forma de comunicación en lugar de las conductas desadaptativas que tanto daño hacen a sus miembros.