La dependencia emocional consiste en la imposibilidad que podemos tener de separarnos de alguien a nivel psicológico y emocional, aunque sepamos que la relación con esa persona no es sana para nosotros. No se refiere únicamente a relaciones de pareja, sino también a relaciones familiares, laborales y de amistad. Los principales síntomas para saber si nos encontramos en una relación de dependencia es mostrarnos excesivamente complacientes con alguien, la angustia ante el pensamiento de separarnos de la otra persona, nos obsesionamos con la otra persona y aparece un gran miedo a que nos rechace. Esto se debe a que no hemos podido desarrollar una adecuada autoestima, que nos permita valorarnos a nosotros mismos como personas, sin necesidad de que sean los otros lo que definan completamente quienes somos y si somos válidos o no.

¿Y cómo podemos desarrollar una adecuada autoestima?

Esto tiene que ver con el tipo de apego desarrollado.

El apego es la forma que tenemos de relacionarnos con las personas relevantes para nosotros. Y esto viene definido por las primeras relaciones que tuvimos en nuestra infancia: con nuestros cuidadores principales. Diversos estudios han demostrado que, dependiendo del tipo de vínculo que estableciéramos con estos cuidadores, nuestra forma de conceptualizarnos a nosotros mismos y a los otros varía radicalmente.

Pudiera ser que tuviéramos unos cuidadores que nos ofrecieran seguridad en el vínculo y ahora nos sintamos seguros en la relación con el otro y con nosotros mismos; o quizá nuestros cuidadores no nos prestaban demasiada atención y se mostraban fríos emocionalmente, convirtiéndonos en personas distantes en las relaciones; o quizá la cosa variara dependiendo del momento y pudiéramos recibir serias reprimendas por una situación y luego grandes muestras de cariño por la misma, desarrollando una desconfianza en el otro y en su modo de actuar pero dependiendo totalmente de él.